La riqueza no reside en el dinero, sino en la capacidad de convertir en real aquello que se esconde en la imaginación.
La calma y el tiempo siempre son buenos compañeros de viaje, te permite leer entre líneas aquello que estas viviendo sin el miedo a equivocarse puesto que si no aciertas la decisión tienes la oportunidad de rectificar sin que el calendario te presione. Ya hace días que percibí que mi viaje por Marruecos estaba cambiando su rumbo, o simplemente tomando otro tono de luz y al llegar a Marrakech ya no tengo ninguna duda de ello, puesto que lo vivido estas últimas tres semanas ha sido una realidad de sueño, la emoción de llegar a un lugar tan diferente, con otra cultura y otra manera de entender la vida, la gente que he ido conociendo y los lugares tan recónditos que he tenido la suerte de poder visitar, el Sáhara que es especial, pero y ahora llego a otra parte del país, muchísimo más turística y en fechas de máxima afluencia de turistas, es una gran suerte poder viajar dejando que las cosas sucedan, para poder vivirlas intensamente.
Marrakech es una ciudad atractiva, pero no es su arquitectura la que la hace especial, es su caos, la manera en que vive la gente aquí pues no tiene nada que ver con Europa y eso nos sorprende. He de reconocer que a mi personalmente no me ha entusiasmado pero hay que tener en cuenta de donde vengo, no solo estas semanas si no los últimos seis meses en los que he visitado 35 países en tres continentes, docenas de bazares y mas de cien ciudades , además de decenas de pueblos, normal que no me sorprenda. Una vez dicho esto, la gran plaza junto con el mercado y la Medina son imbatibles, el bazar es el más grande y espectacular que he estado, si cierto que el de Estambul es hiperfamoso y bonito por su arquitectura pero el de Marrakech es mucho más real y auténtico pues aún resiste en gran parte de su esencia y no es solo un bazar para turistas, y la Medina si te dedicas a "callejonear" es una delicia. Por la noche la plaza es una locura, músicos, artistas, acróbatas, artesanos, mendigos mostrando sus deformidades y lesiones, o ancianos y invidentes que son a los que yo he dado limosna, manteros, buscavidas, trileros y un tropel de haraganes que hacen la pinta de no haber dado un palo al agua en su vida, mezclados con vendedores de todo lo inimaginable, frutas,zumos, tabaco, té o lámparas, alfombras, zapatillas y bobadas para turistas, junto con subsaharianos haciendo trenzas o vendiendo ropa y camisetas, todo tipo de animales, monos, cabras, pájaros y serpientes, carros con burros y los ciclomotores que van a saco entre la gente, raro que no haya más accidentes, y todo esto aliñado con miles de turistas de todas partes del mundo, una auténtica locura que vale la pena ver al menos una vez en la vida.
A mí me queda aún una semana hasta la salida de mi ferry, continuaré dejando que el destino me lleve allí donde este escrito en esta nueva etapa de un viaje de ensueño.
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